jueves, 7 de junio de 2012

“Fernandito”


En marzo de 1997, pleno proceso militar y cuando estudiar periodismo en Argentina era poco menos que un sacrilegio, vi por por primera vez a Fernando Micca en la por entonces “escuelita de Miguel”, hoy prestigioso Colegio Universitario de Periodismo Obispo Trejo y Sanabria.

Miguel, evidentemente, era y es Miguel Argentino Pérez Gaudio,

A partir de ahí comenzó una amistad que se fue forjando y fortaleciendo en el tiempo. Tímido e introvertido, su capacidad intelectual no pasó inadvertida entre tantos compañeros de curso que buscaban ser protagonistas en el arte de describir la realidad.

Era el más pequeño de físico pero también de edad. Había llegado desde su Falda natal con apenas 18 años y compartía con algunos amigos de la infancia, un pequeño departamento en el complejo Santo Domingo.

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sábado, 19 de mayo de 2012

Comerciante baleado


Tres ladrones robaron una verdulería de Barrio Pueyrredón el jueves último. Durante el atraco, balearon al dueño, Marcelo Cáceres (54), y a un cliente, el cual está grave en el Hospital de Urgencias.

Estamos cansados de los robos, el barrio es zona liberada”, se resignó el verdulero. La policía investiga el caso aunque todavía no hay detenidos.



Tuit: Tres ladrones robaron una verdulería de Pueyrredón. Le pegaron 3 tiros al dueño e hirieron a un cliente q está grave. No hay detenidos.

(Tuit 2: La esposa del dueño le pegó un zapallazo en la cara a uno de los ladrones.Se tomó como evidencia el arma: http://cor.to/qVg)

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sábado, 12 de mayo de 2012

Rojiblanco


Se mueve para acá, mirá para allá, gira la cabeza para un lado, los ojos para el otro, suena sus dedos, rechina los dientes. Movimientos hiperquinéticos dominan la escena. Su mirada no se aleja de la pelota. La diminuta remera rojiblanca debajo del sweater se le pega al alma. 

La pierde el 5, la recupera el 2, la toca al 8 quien de primera habilita al 10. La pisa, hace una pausa antes de acariciar el balón hacia el 9. Ahora el que hace la pausa es el corazón de ÉL. 

Se detiene todo, ya no suenan los dedos, sus manos  comienzan a cerrarse mientras suben hasta la altura de su pecho. Se para. Sus ojos engrandecen fijando una eterna mirada en el 9, los movimientos hiperquinéticos desaparecen junto al ruido de la hinchada. El delantero esquiva al arquero antes de definir violentamente. 

Él, parado en la tribuna, volando en la cancha, grita el gol con el alma, tira uno, dos, tres y hasta cuatro extraños puñetazos al aire, se abraza con desconocidos, se desconoce perdiendo su decoro. El corazón se le sale en cada interminable oooool. Y no termina nunca, es feliz. Esa lagrima que le recorre su pequeño rostro también lo es.

Periodista de alma. Curiosidad del destino, capricho de la genética, el rojiblanco lo siguió a todos lados. Radical como pocos, periodista como ninguno, lee todo al respecto, recibe llamados de políticos que no atienden a nadie. 

Consigue información, la analiza, escribe con la misma pasión que festeja los goles. Como si estuviese en una cancha, pasa el tiempo, su cuerpo debilitado le pide una pausa. Pero cual 10 batallador buscando la victoria, él la pelea y despliega su magia armonizando palabras hasta el minuto 90.  

“Ya no, ya estoy cansado”, le dice a un compañero de La Voz cuando éste le ofrece su notebook para que escriba la última nota que no fue. El tiempo de alargue ya se había cumplido para este guerrero de la pluma.

Se va. Y ahí está, acostado, aliviado, respirando el ambiente por última vez, sabe que en breve estará mejor. Y es en ese momento que desde la radio de su corazón, se escucha la inconfundible voz del Turco Whebe. El eterno grito de gol le recorre esparciendo el último suspiro de vitalidad por todo su cuerpo. 

Y Fernando oye. Ya no mueve la cabeza, ya no dispersa su mirada, ya no aprieta los puños, abre sus ojos por última vez, los cierra justo antes que incontables recuerdos se atropellen en su mente. Festeja con el alma. Es feliz. Nuevamente, es feliz.

Hasta siempre Micca,


*Soy hincha de Talleres desde antes de saberlo, hasta los huesos me duelen cuando perdemos, pero esta campaña aliento a Instituto. Deseo con todas mis fuerzas que ascienda porque sé que Fernando, desde allá, tirará de nuevo extraños puñetazos al aire, será feliz y descansará en paz.

Me tocó cuidarlo un par de veces en su última etapa, pero, en realidad, era él quien me cuidaba. Me dedicaba a escuchar, sobre todo a sus silencios. Me enseñó sin hablar más de la vida y la muerte de lo que aprendí en 25 años. Tuvimos charlas que quedarán entre nosotros, pero me dejó esas frases que uno nunca olvida, esa frases que te ayudan a seguir, a valorar y a olvidar. Después de todo, vivimos una sola vez.

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viernes, 6 de enero de 2012

Un día como otros

8 am. Me levanto apurado para organizarle una fiesta sorpresa a mi vieja, sin embargo, los amigos de Tamse me regalan un paro sorpresa del cual me entero tras una hora de espera. Miro mis bolsillos: DNI viejo, cospel y $12. Se larga la lluvia. Esquivando cloacas desbordadas camino 11 cuadras hasta la parada del N1. Viene, subo, me transformo en pieza de Tetris y encajo a la perfección entre el asiento 6 y 6 ½. No entra ni una mosca. Mierda! Entra una mosca y se esconde en mi oído impidiéndome escuchar Los Wachiturros a todo volumen que ponen los dj´s del fondo. Si mi mano no estuviese atorada entre mi bolsillo y la cola del cana del lado, me la sacaría.

Miro para arriba intentando respirar y mis pulmones se llenan de una mezcla tal de olores que resultan imposible de descifrar. Mi suspiro se ve interrumpido por un fuerte golpe. Todos gritan, se pisan, se apoyan, se embarazan, anarquía en el N1. Salgo escupido del bondi mientras alcanzo a leer “descienda con cuidado”. El colectivero libera años de insultos retenidos contra un joven y su mini Cooper: “No te ví”, contesta el pibe que atravesó la calle respetando los semáforos que no funcionaban. El N1 quiso frenar, pero una seguidilla interminable de baches le jugó una mala pasada.

Bajo, tomo un taxi. El año pasado con $12 me sobraba. A las 8 cuadras me doy cuenta que algo cambió y debo pagarle: “$11.55”, dice con sonrisa socarrona. Me bajo. Estoy más lejos que antes. Pienso en buscar la moto de mi abuelo pero no tiene nafta. Voy a la YPF y me dicen que sale $5. “El mes pasado salía $4!”, reclamo. “Ah pará…tenés razón, me queda Fangio XXI nada más, $6 el litro”, contesta con un dejo de ironía el bien alimentado playero.

Mientras cruzo a la Esso del frente veo un cartel gigante con letras blancas y fondo rojo: $7. Pienso en quedarme ahí, en medio de la Vélez Sarsfield y terminar con esta agonía, pero un pantalón blanco y un escote con encaje me hacen cambiar de idea. Sigo un par de cuadras al angelito disfrazado de cordobesa hasta que un trueno me sorprende y me despierta de este idilio no correspondido. Reacciono y veo un sugerente cartel delasotista: “Alas para los cordobeses”. Miro de reojo mi espalda. No tengo nada.

Llego a la Plaza San Martín y el olor a chori no se hace esperar. Los inspectores están de paro. Tengo 10 minutos para comprarle el regalo a mi vieja. 300 segundos más tarde salgo del centro con un salame de $10, un reloj despertador, un litro de transpiración, un bóxer con trompita y un senegalés. Camino a casa paso por la Muni para pagar una multa. Ingreso y leo: “Asamblea”. Espío por la ventana y veo 20 empleados muy serios debatiendo con pasión democrática. “Son más crocantes!”, dice uno. “Son más caros!”, le retruca otro. Anotan en el pizarrón: “Votación final. Hojaldrado: 17. Común: 3”. Los municipales ya habían decidido con qué criollitos desayunar.

Semáforos rotos, calles destrozadas, cloacas rebalsadas, descontrol municipal. Salgo exigiendo explicaciones. Lo cruzo a “Julio Humberto” Daniele: “Dame tiempo”, dice. Lo veo a Giaco: “Es culpa de Juez”, lo busco al Luí: “Es culpa de Kammerath”; lo busco a Germán: “A mí me puso el gallego”; lo busco a DLS: “Querido cordobés, el 40% eligió el cordobesismo!”. Por último, lo veo a Mestre que antes de recibir mi reclamo grita: “Paro a la japonesaaaaaa”, mientras entra al Sushi Club de la Núñez.

Sigo mi camino. Llego a casa, recibo a todos. Acomodo a los niños detrás de las sillas, a los abuelos los acuesto en los sillones y el resto espera agazapado sorprender a la cumpleañera. Apago la luz y un silencio tenso inunda el comedor. Un pedo de la abuela interrumpe el momento pero el ruido de la puerta abriéndose no da tiempo para soltar la risa pero sí la respiración. “Felíz cumpleeeeaaghhhhh!” gritamos al unísono mientras mi transpirada mano prende y apaga el interruptor sin lograr iluminar la casa. Tras 32 intentos, me doy por vencido. Nos quedamos sin luz. Mi vieja no entiende nada y empieza a gritar y tirar cachetadas al aire pensando que es un robo. Entrá en shock. Se desmaya. “Llamá a EPEC, llamá a EMI”, se escucha desde la oscuridad. En la desesperación marco la primera opción. Ocupado. Redial. Me atienden. Elijo opción 5, después la 3, la 4, la 3 de nuevo, la 2, la 1, la 0. Me cortan. Corto.

Ahora llamo a EMI y empiezan las preguntas de rigor: “Apellido y nombre, edad, ocupación, obra social, pintura de uñas, primer novio, Wallmart o Carrefour, Talleres o Belgrano, tiene tatuajes?”, en eso reacciona mi vieja pero cuando el senegalés la quiere ayudar a levantarse se desmaya de nuevo. Éste, agarra su colcha con cd´s y huye.

Finalmente, llega la ambulancia y la llevamos al de Urgencias. Están de paro. La llevamos a la Romagosa, no tienen camas. “Córdoba te quiero”, dice Ramoncito en la radio. Volvemos a casa. Vuelve la luz. Mami ya está bien. Todos felices festejamos hasta que otro pedo de la abuela cierra la noche.


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